lunes, 14 de octubre de 2013

LEONORA CARRINGTON. Los Cuentos y las bestias sin nombre


 
 
 
“LECHE  DEL  SUEÑO”

 
Mar Sueiras Prieto.  
No cabe ninguna duda de que el tiempo cronológico y el espacio vital que nos toca vivir a cada uno deja una huella permanente y conforma los rasgos principales de nuestra personalidad. En el caso de la creación artística esta marca elabora los rasgos particulares que caracterizan la obra de un creador. El tiempo narrativo y el espacio imaginado, a modo de una dimensión espacio temporal, que no pueden ni deben separarse como pretexto, y en la que Leonora Carrington se sumergió para dar corporeidad a su más que personal imaginario fantástico. Un espacio personal que se acoge a un tiempo impreciso en permanente suspenso, como en un limbo onírico e irreal. Un espacio pictórico o escultórico  profundamente poético. Una probable dimensión patológica de la propia personalidad de esta mujer; su espacio interior a través del proceso creador.
La obra de Leonora, inasible como ella misma, nos permite echar un vistazo al otro lado del espejo carrolliano y descubrir que para esta creadora -como integrante del movimiento surrealista-realidad y fantasía siempre fueron dos caras de la misma moneda.  Así, cuando nos preguntamos por la vida de las cosas lo hacemos necesariamente por la de los objetos. ………..Levi-Strauss pensaba que en su pasión por conocer el mundo este dispone de un excedente de significación que forma parte del pensamiento simbólico.
De esta manera percibimos en las obras de Leonora Carrington el espacio y el tiempo como una delicada arquitectura de su universo interior, que transciende más allá de espacio plástico y que abarca, además del lenguaje pictórico y sus mágicas representaciones escultóricas, un universo literario que se recoge en este libro de cuentos/poemas infantiles, “Leche del Sueño” , ilustrado por la propia pintora, y escrito en el espacio-temporal de la  infancia de sus hijos. El espacio creador; el tiempo que juega como un niño y que retoma ese mundo que permanece encapsulado en la memoria de todo ser adulto.
El tiempo detenido y el tiempo que pasa parecen una contradicción turbadora y en permanente tensión, siempre presente en la mayoría de las obras surrealistas.  Allí donde se mira un cuadro de Leonora uno descubre ese misterio femenino, ese espacio íntimo, ese  espacio interior poblado de múltiples planos de tiempo; como una memoria que se ve abocada a ser reflejada en la superficie, en el espacio pictórico. Observando sus obras uno intuye el remanente de un pasado que, inevitablemente, todo lo impregna; sus orígenes aristocráticos, el peso de la autoridad paterna, la influencia del imaginario fantástico de su madre irlandesa….
Heidegger nos introdujo en la idea del “pensamiento rememorante” que trata de anular la separación aún latente en la fenomenología entre sujeto y objeto, en un intento de ir de la presencia de la cosa a su resonancia; a su inmanencia. El arte trata de dar vida a las cosas con el fin de no limitarlas al mero objeto al alcance de las manos. No la res extensa cartesiana, sino una cercanía lejana intuida por Goethe. Así, en la génesis de cualquier representación está siempre el anhelo de mantener una presencia, de conjurar, en definitiva, la ausencia en una retórica cuyo alcance se consume en un ejercicio de tautología. Toda imagen está hecha de tiempo, una ausencia que nos dejó muy clara la fotografía (el eidos/muerte, sobre la que escribió Roland Barthes)

Sidhe: The White people of TuathadéDannan, 1954



El arte de Leonora tiene, efectivamente, un carácter absolutamente propio. Es un arte que fascina porque destila la honestidad con la que vivió todos los renglones de su vida y la congruencia entre sus ideas y su métier. Leonora, la “hechicera hechizada” como la llamó Octavio Paz, consiguió plasmar en su obra la aventura empírica de la imaginación y nos conduce en cada pintura, en cada escultura, en cada texto, por los intrincados laberintos de su más secreto mundo interior, utilizando todos los recursos de la seducción: el asombro, el misterio, la magia, la sorpresa………………. el sabor de lo desconocido.
En palabras de Gabriel Weisz, su propio hijo: “Los cuentos de esta libreta representan un diálogo muy íntimo entre tu imaginación, los miedos y la existencia que pasaba de vez en cuando para escucharte. Me queda la memoria de una sensación, pues aquellos días son tan lejanos que se me escapan algunos detalles. Sin embargo, si estuvieras todavía entre nosotros, estarías de acuerdo con que no deben olvidarse, con que no deben cubrirse con esa pintura densa de la que está hecho el olvido”.

 






EL SEÑOR BiGOTE, BiGOTE

QUE TiENE DOS CARAS --

COME MOSCAS, BAiLA --

AqUi ESTA SU gUAjOLOTE

Y AQUi ESTA

SU NiÑA QUE COME

ARAÑAS -- ESTA

ENFERMA.

ADEMAS

LA SEÑORA BiGOTEBiGOTE

AL REVES

TODOS

SON

MUY FEOS.

EL CONEJO Si ES

BONITO PERO NO ES de ElloS.




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