jueves, 5 de diciembre de 2013

Vacío




SILENCIO Y VACÍO



Mar Sueiras Prieto




Puede que sea el silencio, y la metáfora de la inevitable fuga del tiempo y del espacio, lo que mejor pude definir la causalidad y casualidad de la elección de Camille Claudel. Una elección que la llevó a encontrarse con la nada -o el absoluto vacío- en la que encerró su obra y su propia vida, ambas pertrechadas tras un muro que la aisló a pesar de las marcas y arañazos con que dejó su huella, y el silencio en el que se sumergieron sus obras -en la misma medida que también ese mismo vacío fue su destino- enajenada de sí misma.

La causa de esta reflexión es un artículo de opinión que sobre la película "Camille Claudel 1915" ha escrito Rosa Montero -edición del 24 de Noviembre de "El País Semanal"-. Lo he leído con interés y una cierta curiosidad, tal vez porque la primera es una creadora pionera para el grupo de las mujeres de las vanguardias históricas -además de precursora y figura emblemática de las mujeres  que conforman este blog-  y la segunda, y autora del artículo que argumenta esta contracrítica, una periodista y escritora de sobrado prestigio.
 
Sin embargo el comentario realizado sobre la película, y la inclusión inevitable que en esta se pueda hacer de determinados aspectos biográficos de la escultora, me ha sabido a poco y me ha dejado el regusto amargo de la idea tan manoseada del tópico, en el más estricto sentido del término, que se acomoda en aquellos aspectos más evidentes sin ahondar en otras cuestiones más interesantes, inmanentes en la figura de la escultora -que así mismo puedan haber repercutido en su obra- y que probablemente hayan sido la causa de su deriva vital. La evidencia que en este artículo se hace de los comentarios sobre Camille Claudel no transciende, en ningún momento, más allá de los principales rasgos biográficos, ni nos aclaran ninguna cuestión técnica o estilística sobre el film que motiva esta pseudocrítica, de manera que, como consecuencia de todo ello, esta termina empobreciéndose y convirtiéndose en un pastiche sentimental cargado de buenas intenciones.

Se ha obviado la posible acepción del carácter alegórico implícito en el marcado impulso vital de la creadora francesa, que consideraciones a parte, la ha convertido en un involuntario precedente, y que se traduce en una pulsión deconstructiva inmanente en la percepción de su propia obra - además de una inevitable condición efímera de la misma- y el impulso vital de Camille Claudel estigmatizado por un tiempo histórico y un espacio geográfico. Su misma vida puede leerse como una parábola de su propia obra; una fábula sobre la creadora y su contexto; sobre su orografía personal y los diferentes avatares que la conformaron. Una geografía en la que los cartógrafos están condenados a extraviarse ya que la misma Camille hacía y deshacía ese mapa con cada obra, retornando sobre sus pasos, recuperando caminos trazados, construyendo con su obra y su misma vida un palimpsesto, un mapa ambiguo en el que todos aquellos que no son amantes del riesgo temen adentrarse.

De esta manera se ha perdido la posibilidad de construir una cartografía del presente mediante una sabia lectura de las líneas del pasado; una representación poética y silenciosa de otras preocupaciones, las propias de Camille Claudel y, obviamente, las de la mayoría de las mujeres coetáneas a ella; del tiempo y de sus espacios habituales en los que parece que -por lo poco que transciende del limitado artículo- no se ha sabido transitar y sobre los que solo se ha trazado un superficial y raquítico mapa.

Sin duda, en el texto de Rosa Montero echamos en falta los posibles fragmentos de ese otro paisaje, de ese mapa tan real como poético, más allá del ruido o de los gestos.
 


http://elpais.com/elpais/2013/11/22/eps/1385135922_781359.html

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